Definiendo la filosofía
Un aporte personal
Oscar M. Seoane
12/13/20242 min read


Cada filósofo define a la filosofía como le viene en gana. No hay una concreción clara al respecto, excepto la típica, clásica y etimológica “amor por la sabiduría”. Pero para aplicar la definición estándar, desde luego, no hace falta ser filósofo ni estudiar filosofía. La RAE, por ejemplo, la define como “Conjunto de saberes que busca establecer, de manera racional, los principios más generales que organizan y orientan el conocimiento de la realidad, así como el sentido del obrar humano”. Para el que suscribe, la filosofía no es más que el método que sirve para relacionar las ideas del individuo con la aplicación práctica de las mismas. No es una definición universal ni pretende serlo, pero ante una manifiesta carencia de especificación formal, considero que, desde mi punto de vista, es la que mejor se inclina hacia mis intereses. Estar o no de acuerdo con la misma, es asunto de cada quién. No obstante, nótese que mi definición, se apega más al dictamen que ofrece la RAE, que a la exposición etimológica. Es importante considerar que la interpretación que ofrece la RAE, habla de “realidad”, dejando a un lado cuestiones como el “Idealismo”, que han marcado, como es sabido, una etapa importantísima y nefasta, dicho sea de paso, en el ámbito filosófico. Para una definición generalizada, podría servir, aunque a mi modo de ver, esta cuestión puntual, me obliga a discrepar de la misma. Del mismo modo, la RAE tendría que explicarnos qué entiende por “realidad” en el contexto filosófico. No nos olvidemos que en filosofía, se tratan temas como la Metafísica, la cuál, en base a lo que dice la RAE, quedaría fuera del encuadre que nos atañe. Pero bueno, dejemos esta cuestión a un lado, de momento.
La filosofía no sirve para nada. Esta manifestación, tan común entre algunos filósofos contemporáneos, hay que tratar de entenderla o, por lo menos, de matizarla un poco. La filosofía, por definición (léase el párrafo anterior), le sirve al individuo. Es decir, afirmar que no sirve para nada, puede ser cierto en el sentido de que no tiene una utilidad práctica real, como la Ingeniería, la Economía o la Medicina, por citar algunas disciplinas. No conozco a ninguna empresa que, específicamente, necesite de un filósofo. Sin embargo, en la vida hay más cosas que las eminentemente prácticas. De hecho, una filosofía adecuada nos sirve para no ser tan pendejos en el día a día. Estudiar los diferentes pensamientos filosóficos, nos obliga a replantearnos muchas convicciones preestablecidas, a cambiar de opiniones, de ideas y, por lo tanto, a tratar de construir un modo de vida propio, debidamente argumentado y razonable, en la medida de lo posible. Dice el dicho popular que “cambiar de opinión es de sabios”. Desde luego, no estoy muy convencido sobre tal afirmación, pues la sabiduría se adquiere con la edad, pero el cambio de ideas es razonable tenerlo, simplemente porque las distintas etapas que experimentamos en nuestro camino vital, así lo ameritan. La importancia de la filosofía, por lo tanto, estriba en ayudar en lo posible a las personas, a tratar de reconocer lo ilusorio que enfrentan en su devenir.