El adiós a una compañera de ruta
Réquiem por una F850GS Adventure
Oscar M. Seoane
4/30/20252 min read


Mi “Meiga” se fue. Así apodé a la BMW F850 Adventure que tenía. Se compró en el año 2021 y, para ser sincero, nunca debió de ser adquirida. No daré aquí detalles al respecto, pero a veces, la vida se tuerce e incluso los planes inmediatos, a pesar de tener una buena razón, no se pueden llevar a buen término. Se fue sin apenas uso: 2571 km en poco más de tres años (La moto se compró a finales del año mencionado). De mi parte, cerré un círculo necesario. La susodicha está perfecta. No le duele nada. Pasó su última revisión en la agencia hace apenas unas semanas y regresó a su estacionamiento habitual. No la utilicé por falta de ganas, sino porque mentalmente traía una espina clavada, en relación con los acontecimientos de su compra y de lo que vino después en mi vida. Algo de tipo mental, difícil de explicar. Así pues, pasó lo que tenía que pasar. Hace un par de días se la llevaron. A pesar de lo comentado, reconozco que sentí pena. Era mi “Meiga”. Con ella recorrí algunos pueblos de la región. Siempre bien portada, nunca me falló. Decía Camilo José Cela que “hay que tenerle amor a las cosas, no a las personas”. Yo le tenía amor a la Meiga, aunque no a sus circunstancias. En fin…
Desde luego, no resultó fácil que saliera un comprador. Hubo mucho interés, pues con ese kilometraje y bajo el estado impecable en el que se encontraba, no era para menos. La publiqué en internet así que, los mensajes de los interesados fueron constantes. Jamás bajé su precio. Al final, llegó un valiente y la moto ya es historia.
Ahora toca descansar la mente, respirar profundo y olvidarme de ella. Después, ya veremos qué sucede. ¿Vendrá otra moto? Desde luego, si viene, será bajo unas condiciones óptimas y propicias. De lo contrario, no vendrá nada. Su lugar quedó vacío y algo en mí, también. Pero bueno, me digo a mí mismo que solamente era un montón de fierros retorcidos y un montón de plástico, aunque uno, en realidad, siempre le dé un aire sentimental a estos asuntos. Queda el recuerdo de los viajes y la tranquilidad de la carretera, los pocos caminos de tierra que recorrimos y, sobre todo, la paz mental que lograba cada vez que me subía a ella. Espero que su nuevo dueño sepa cuidarla y la haga rugir como se merece. Ojalá recorra caminos, cruce ríos, devore kilómetros y se llene de barro. Fue hecha para eso. De mi parte, si me animo a adquirir otra, será, casi seguro otra BMW, aunque diferente. El tiempo dirá…