Reflexiones de un ocaso personal y global
Un repaso caótico a la vida, la humanidad y el ruido de fondo que lo acompaña.
Oscar M. Seoane
4/21/20253 min read


Al ritmo de Uriah Heep y Black Sabbath, finaliza la Semana Santa. Ya se aplicó la correspondiente impermeabilizada en el techo. El sol quema y “Lady in black” suena desde Apple Music. Agua y drenaje disminuye la presión en el agua y gracias al tinaco, al que también hubo que darle mantenimiento, la carencia obligatoria del vital líquido, prácticamente no se nota. No todo es malo, diría un optimista.
La motocicleta fue, hace unos días, a su servicio anual. No se ha estado utilizando, así que, se pone a la venta en el Marketplace de Facebook por una cantidad razonable. No cumplió el cometido para el que fue comprada, por lo que, si sale algún valiente, se irá. Justo es que la disfrute alguien sin tantos issues, como diría un gringo. El coche también se irá por la misma vereda si alguien lo quiere. Tan solo tiene seis mil kilómetros, así que, es una ganga. En un mundo donde el mandado se puede hacer por internet, el trabajo se hace desde casa y, si hubiera necesidad de desplazarse a la oficina, ésta se encuentra a 10 minutos caminando, no es necesario mantener vehículos. El tiempo libre, lo dedica uno a seguir aprendiendo cosas, así que, las salidas son inexistentes. Si los designios lo indican, siempre se podrá cambiar de idea si fuese necesario.
En general y, en otro orden de cosas, las noticias que me llegan desde España, referentes al ámbito político-social, no son alentadoras. Mientras trato de informarme, “Paranoid” sustituye en el ambiente a la dama de negro. El porvenir no es alentador. La vida está llena de cambios constantes. Así, lo que hoy resulta negro, mañana se pinta de blanco y viceversa. Pero la vida que a cada uno le toca vivir, no es el resultado de los deseos de terceros. Los terceros, pueden y deben irse a tomar viento fresco en tanto opinen sobre lo que no deben y no saben. En tanto crean y hagan de sus creencias, verdades absolutas, esos vacuos homínidos están de más en la vida de las personas.
Así es como uno se va quedando solo. En el preciso momento en el que uno se da cuenta de que lo social no ofrece nada, excepto entretenimiento, y de que aquellos que en algún momento supusieron algo importante en la vida, ya no importa por una razón u otra, entonces es momento de abrazar, con calmada entereza, la soledad. En silencio, uno se va apartando del mundo. En el transcurrir del tiempo, de cada cien amigos y familiares, si acaso cinco o seis personas, tienen el detalle de mandar un mensaje, un correo electrónico, una carta o una llamada telefónica. Ahí se da cuenta el individuo de que no transmite a su alrededor la importancia que pensaba, así como la insignificancia que, en verdad, destila hacia los demás. Otrora amigos, ahora nada. Vacío. Ausencia. Es tiempo de escuchar “Too scared to run” y quizá “Children of the grave”. El comienzo del ocaso tiene fecha definida. Para algunos, ya ha empezado. ¡Querida humanidad, qué te vayan dando mucho por el culo! Así, con estas palabras, se muere el Papa Francisco y, una vez más, los titulares se llenan con el cónclave y las profecías de Nostradamus. Lo del Papa negro acojona a muchos y, desde luego, vende periódicos. Seguimos siendo idiotas; eso no tiene discusión. El milagro definitivo no termina de llegar.
Para finalizar este post general en el que hablo de muchas cosas, mezcladas en un aparente sin sentido, me falta comentar el paripé económico que mueve al mundo en estos días. Los aranceles de Trump pasaron a un segundo plano. Estados Unidos se va, poco a poco al carajo mientras el mundo mira a China. Las voces hablan de una nueva repartición del mundo y resultan, cuanto menos irrisorias, algunas de las teorías que, al respecto, surgen por doquier en la red de redes. ¡Benditos lumbreras! Lo que es innegable es que, ante una crisis de deuda, el mundo se irá al carajo definitivamente. Quizá por eso los chinos están vendiendo deuda americana y comprando oro como si les fuera la vida en ello. La idea de una hiperinflación global acojona y el oro es el único que puede mitigar el desastre. Desde mi punto de vista, China tiene la sartén por el mango hoy en día. Les importa un carajo venderle o no a Estados Unidos. Pueden aguantar el tirón. Los de USA, sin embargo, dudo mucho que puedan aguantar sin productos chinos. Es una cuestión de mentalidad. Los orientales le dan más importancia a lo común que a lo individual. Si mañana el Partido Comunista Chino dice que hay que pasar hambre, los chinos pasan hambre. En Estados Unidos, las cosas son diferentes, ¿o no? Veremos con qué nos sorprende el ”Trumpudo” en las próximas semanas.