Reflexiones sobre la inutilidad y el desencanto
Vicisitudes de un cero a la izquierda en la mediana edad
Oscar M. Seoane
3/15/20254 min read


He tardado mucho tiempo en darme cuenta de que soy poco más que un cero a la izquierda; quizá solamente el cero, sin nada a los lados; definitivamente no soy un cero a la derecha. Extraños despertares éstos en los que, a medida que termina el invierno, las noches son, biológicamente, más cortas, con independencia del tiempo en tanto que tiempo. ¡Qué curioso!
Llegó el momento. Sabía que iba a llegar, pero anhelaba que no hiciera acto de presencia. Ese instante relacionado a lo anterior, donde el cero solitario o el cero a la izquierda, se deshace, por fin, de las falsas ilusiones y los anhelos basados en el ideal. Llegó el momento de corresponder al entorno del mismo modo que el entorno lo corresponde a uno. Metamos en el mismo saco a familiares y “amigos”. Todas personas, todos con intereses propios, todos con esa pérdida de lo inexplicable pero que, antaño, se manifestaba de variopintas formas: alegría, solidaridad, cariño, afecto… Hoy nada queda de aquellos tiempos. Los individuos crecen y con ese crecimiento llega, irremediablemente, la decadencia.
Se preguntará usted, a estas alturas, por qué salgo con un artículo bloggero respecto al asunto en cuestión. Y es que, hasta cierto punto, resulta coherente que piense así. También podría pensar que, en realidad, no está entendiendo nada de lo que lee. De ser el caso, también es comprensible, así que, no se preocupe, no tiene demasiada importancia. De cualquier manera, el asunto va de hartazgo, de capitularle a la vida a la mediana edad, de mirar alrededor y darse cuenta de que respirar ni es indispensable, ni deseable, en muchas ocasiones. Darse cuenta de que da igual estar vivo que muerto resulta, hasta cierto punto, una idea interesante y analgésica; de esas que te permiten dar un paso más en el devenir, pero a sabiendas de que, si no dieras ese paso, tampoco pasaría nada. Y es que cuando se pierde la esperanza, se pierde todo. Lo malo, es perderlo todo a estas edades. ¿Qué nos deparará la vejez?
En la red de vídeos Youtube, podemos ver este corto en el que salen personas mayores haciendo breves balances respecto a sus vidas. Hacia ahí vamos. Ahora, en el imparable trayecto del inevitable viaje hacia la calvicie, puedes mirar a la sociedad y pintarle un dedo. Decirle que no era necesario cumplir con las expectativas, que se puede sobrevivir sin cumplir con los preceptos que nos vienen dados por calendario. También puede uno demostrarle a esa misma sociedad lo inútil de obedecer las premisas preconfiguradas, con la finalidad de encaminar al individuo hacia la satisfacción de los demás en cuanto a cabalidad, ética y moral. Sí, ha leído bien: la satisfacción de los demás, he dicho. De eso se trata esto, de satisfacer los deseos y anhelos de terceros mientras tú te pudres en tus propias interioridades, deseando que las cosas hubiesen sido de otra manera. Y no cambiamos nada, supongo que por aquellos temores que nos han ido inculcando con el avance del tiempo. ¡Porca miseria!
A mis cuarenta y diez, como diría Sabina, al fin la SEP me reconoce con un título de Licenciado en Ingeniería Computacional. Lo hará también, el mes que viene, con uno adicional que me habilita como Licenciado en Filosofía. Etcétera, etcétera. ¿Y de qué sirve todo esto? Sí, querido lector, tal y como puede usted intuir, no sirve de nada. Me decía una persona hace tiempo: estudia una ingeniería y no tonterías. Bien, pues ya lo hice y me gustan más las tonterías que la ingeniería; pero no se trata de gustos, sino de lo que te da de comer. Comer bajo el amparo de un título, por no saber hacer otra cosa, o porque la otra cosa que también se ampara en un título, no le gusta a nadie o simplemente está depreciada. Hasta ese punto llega la inutilidad del individuo, aunque no por individuo sino por social. Y es que cuanto más se acerca uno a la sociedad que lo “arropa y protege”, mayores son los problemas. Así es, a medida que vas renunciando al entorno social, los problemas también van desapareciendo, al unísono, esfumándose en lo etéreo. Así estamos ahora, con fecha de caducidad por idealismo y no por edad.
Este cero, a la izquierda de nada y en el centro de lo vacuo, sigue girando mientras busca la posición ideal para dormir un rato. La jornada ha sido agotadora y es tiempo de relajarse. Youtube parece ser una buena opción para entretenerse un rato antes de dormir. “Cómo beber agua correctamente”, es la primera sugerencia que aparece en la mencionada plataforma. A su lado, otro vídeo invita al navegante a sumergirse de lleno en la gastronomía: “Elabora los mejores huevos al albañil”, dice su título. A pesar de ser algo temprano, apago la tele, la luz y me dispongo a dormir. Mañana será otro día. Con semejante panorama, se me quitaron las ganas de entretenerme. El invierno termina, las noches se acortan, y aquí sigue el ente palpitante, respirando por inercia, preguntándose incansablemente, si alguna vez fue algo más que un cero a la izquierda. O tal vez, simplemente, un cero. Sin nada a los lados. Sin nada que añadir.