Una visita a la casa de Dios
Nunca es tarde si la dicha es buena
Oscar M. Seoane
2/4/20253 min read


A algunos de mis lectores les pasará por la mente aquello de “…así tendrás la conciencia para que hayas ido a misa por voluntad propia”. Otros pensarán que “es un milagro que no hayas ardido al poner un pie en el templo”. Ni una cosa ni la otra. Si les sirve de consuelo o de justificación (hay personas que se creen con el derecho a que los demás les justifiquemos cada acción y pensamiento que tenemos), les diré que tenía ganas de ir. Me apetecía y así lo hice. Y me sentí bien.
La Iglesia estaba abarrotada. Llegué puntual para el inicio de la misa y tuve que quedarme en la parte de atrás, de pie. Una de las cosas que me llamó la atención, fue el hecho de que algunas oraciones, difieren un poco (el Padre nuestro) o un mucho (el Credo) a como yo me las tuve que aprender cuando era pequeño. No obstante, esto tampoco supone un problema. Las oraciones sirven para calmar la mente. Personalmente las veo como un mantra y no como una justificación para perdirle cosas al Todopoderoso. De hecho, yo no fui a pedirle nada, sino a agradecerle. Quise hacerlo en una iglesia, a pesar de que siempre lo he hecho directamente desde mi casa (tengo línea directa con Dios). No sabría explicar por qué me dio por ahí, pero así sucedió. Si bien soy católico por cuestiones culturales, reconozco que no he sido devoto de la Iglesia. Vamos, que soy de los que piensa que la religión y Dios, no tienen nada que ver, siendo que la primera utiliza el concepto o idea del segundo para subsistir. Sin embargo, reconozco que esta religión, grosso modo, cumple un papel social muy importante, lo que ha moldeado, con el paso de los años (incluyan aquí unos cuantos siglos), nuestro comportamiento en comunidad.
Algunas oraciones no me las sabía y otros actos se me habían olvidado completamente, como la "Señal de la Santa Cruz". Me gustó especialmente, la charla que ofreció un joven seminarista, en referencia a cómo él había tomado la decisión de hacerse sacerdote con catorce años. Cursa tercero de Filosofía en el seminario y aun le falta un año adicional, dedicado a la Teología, para titularse. Aunque no lo manifestó, no hay que ser muy inteligente para dilucidar que sigue una corriente Aristotélico-Tomista.
Otra de las cosas que me llamó la atención, fue el hecho de que había un gran número de personas vestidas de manera completamente informal (tenis, vaqueros, camisetas…). En mis tiempos, ir a misa suponía ir a la casa de Dios, así que, mi mente no termina de comprender estas informalidades. Reconozco que me costó bastante asimilarlo. Previo a salir de casa, yo me duché y me vestí apropiadamente, como se supone que se debe de hacer. No vayan a pensar que fui de traje, pero sí lo hice con un pantalón de vestir, zapatos y camisa. Dios no es mi cuate de cervezas y carnes asadas, así que, a pesar de cómo soy, trato de respetar lo que simboliza. Pero así es esto: los tiempos cambian y, o te adaptas, o te pierdes en el trayecto. Supongo que si la Iglesia se pone exigente en materia de vestimenta, pierde a la mitad de sus feligreses (es solo una idea).
Bueno, pues para concluir esta entrada de blog, diré que la experiencia fue agradable. Me sentí un poco extraño en algunos momentos puntuales, pero en general, estar ahí, supuso una grata experiencia; un agradable recuerdo de tiempos pretéritos en los que no se cuestionaba todo lo que nos rodea, en el que las cosas se hacían porque “había que hacerlas” y ya. Como digo, me agradó el asunto así que, es probable que repita.